Creía que con su belleza
con su juventud y poderío
alcanzaría la riqueza
y un puesto de tronío.
Yo que tanto la amaba
oponerme no podía
y vi como se alejaba
con su juvenil alegría.
Mañana de nubarrones
que su agua derramaba
ella ajena caminaba
con su alforja de ilusiones.
Pensaba conquistar el mundo
rápido, en un segundo
se entregó de noche y día
con ardor y valentía.
Mas el tiempo fue pasando
indolente y casquivano
nadie le tendió una mano
y su luz se fue apagando.
Entregó su cuerpo, su alma
vendió hasta su hermosura
pero la vida es muy dura
y perdió su fe y su calma.
Convertida en mujerzuela
derrotada y llorosa
rondo por calles y plazuelas
como una marchitada roza.
Hoy la he visto caminando
con la mirada perdida
parecía estar esperando
que alguien le diera vida.
Con el corazón encogido
las lágrimas me he bebido
¿qué fue de aquella chiquilla
se sonrosadas mejillas
joven y conquistadora
como la luz de la aurora?
Despacio me he acercado
latiéndome el corazón
no he sentido compasión
cuando la he abrazado.
Porque la quise y la quiero
le ofrecí todo mi amor
le ofrecí el mundo entero
no le guardo enojo ni rencor.
Quiero verla sonreír
que vuelvan a brillar sus ojos
quiero ver sus labios rojos
llenos de carmesí.
Y mañana cuando amanezca
ha de comprender
que las ocasiones en la vida
se presentan sólo una vez.
Ofloda
Hola Adolfo, que poema tan sombrio! Me da pena pensar o imaginar de quien se trata, pero puede ser la experiencia de muchisimos de nuesgros seres queridos
La vida no es justa ni un injusta; la vida es así.